El pasado Octubre. Llevaba tiempo queriendo superar algo: mi miedo al agua.
Irónicamente, mi chico es un muy buen nadador, nadador de travesías en lo que para mí es parecido al infierno: aguas frías y oscuras con olas frente a lo desconocido, sin ver el horizonte.. E innegablemente, en la playa o la piscina me he sentido protegida con él en ese sentido, no podía pasarme nada.
Pero aún así, el miedo siempre condiciona: no podía quedarme nunca sóla en el agua, una ola de tres centímetros me provocaba pesadillas, meter la cabeza en la piscina era un sacrilegio y el simple sonido del agua chocante me estremecía. Una angustia se apoderaba de mí y sentía que me ahogaba, a veces sin ni siquiera rozar el agua.
Después de varios años sin conseguirlo, por fin me apunté a unas clases de iniciación. Con gran insistencia de mi super nadador Fer y de mi amiga Bea. Reconozco que ese día fui al baño más de lo habitual, pues estaba muy nerviosa con un miedo que cuesta describir. Pero al final, me presenté en el vestuario, donde se me pasó por la cabeza varias veces irme de allí, no sabía que hacía yo a punto de meterme en la sala azul de la tortura.
Pero resistí. No sabía ni ponerme el gorro de silicona, iba sin gafas y el bañador me iba muy pequeño. Pero me presenté en la piscina, que me costó encontrar en aquel gimnasio inmenso. "Hola.. empiezo hoy.. no sé nadar. Me da miedo el agua." Oriol, el monitor, me atendió muy bien. Entendió mi miedo en cuanto vió que no podía meter la cabeza en el agua sin poner cara de pánico.
Mis compañeros eran personas mayores, podrían ser mis abuelos perfectamente, el trato con ellos fue increíble, comprensivos, amables y cariñosos con la niña patosa de la clase.
Mi primera clase fue angustiosa, pero ilusionante. Poco a poco fui metiendo la cabeza, cogiendo aire por la nariz y soltándolo debajo del agua. Llegué a casa contándole a Fer que había metido la cabeza, y que sí, sí que iría a la siguiente clase. Lo celebramos a lo grande.
Los siguientes días, con un cinturón-flotador fui poco a poco moviéndome por ese nuevo medio.. el agua. Y así un largo etcétera de pequeñas mejoras.
Al mes y medio llegó Navidad y mi progreso, según Fer y Oriol, fue muy bueno. Era capaz de nadar largos en la piscina de 25 sin ayuda, yo sóla. Esta superación, por pequeña que parezca, ha sido un mundo para mí, y la realización que mentalmente supone esto en mi vida es inexplicable.
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